Lengua y convivencia.

02.03.2016 16:34

Lengua y convivencia.

Vivimos actualmente un momento de preocupación e incertidumbre ante las políticas lingüísticas que, desde los sectores nacionalistas que hoy participan en el gobierno valenciano,  se pretenden poner en marcha.

Este tipo de temores no deberían existir en una sociedad avanzada, como pretende ser la nuestra, en una sociedad en la que la equidad y la justicia fueran algo normal y donde el sectarismo ideológico no existiera. Pero desgraciadamente parece que aún no disfrutamos de ese tipo de sociedad, y de ahí nuestro temor.

Hemos presenciado en las últimas décadas las consecuencias del uso de las lenguas como bandera ideológica de los nacionalismos, consecuencias que han llevado en muchos casos al rechazo, al odio e, incluso, a la violencia entre personas de una misma tierra. Y esto es algo que con todo empeño debemos evitar.

Para ello hemos de partir de una idea clara, que las lenguas son básicamente instrumentos de comunicación, y no como algunos piensan, argumentos para la diferenciación y la exclusión. Como elementos de comunicación, las lenguas son reflejo de las propias sociedades. Por ello evolucionan, se mezclan y se deben utilizar con absoluta libertad por las personas que conforman esa sociedad. El problema se plantea cuando en función de una ideología política se quiere imponer una lengua sobre otra, sea cual sea la justificación.

En nuestra Comunidad tenemos la suerte de poseer dos lenguas, que históricamente han convivido y han evolucionado con influencias mutuas. La historia, y la propia sociedad, también han hecho que el peso de cada una haya sido cambiante. Pero el “conflicto” entre ellas es algo relativamente reciente, y no deja de ser una creación artificial. Esa misma historia a la que hemos hecho referencia nos habla de que a lo largo de los siglos han podido existir desavenecias dentro del territorio o con territorios circundantes, pero nunca la lengua ha sido el motivo.

Las gentes del antiguo Reino de Valencia se relacionaban sin ninguna dificultad hablasen castellano/aragonés o valenciano. Los que nos incorporamos más tarde, procedentes de los Reinos de Castilla o de Murcia, tampoco nunca tuvimos mayor problema por el tema del idioma.

Si bien es verdad que desde el siglo XVIII en la administración y en la enseñanza se fue instalando el castellano, el valenciano mantuvo su vigor social en las comarcas valenciano hablantes conviviendo con un uso creciente del castellano, que además había ya adquirido el carácter de lengua común de todos los españoles.

En las últimas décadas la administración ha puesto en marcha políticas destinadas a la protección y la difusión del idioma valenciano, lo cual es muy loable, siempre y cuando este tipo de actuaciones no se hagan en detrimento de nuestra otra lengua, el castellano, o más bien, de las personas que tienen a ésta como lengua materna y poseen todo el derecho a que sus hijos sean educados en ella o a no verse estigmatizados como valencianos de segunda categoría por usarla.

Y de ahí es de donde puede partir el problema, cuando algunas leyes actúan en contra de esos derechos, y ciertos grupos ideológicos, imitando a nuestros vecinos del norte, quieren convertir la lengua en arma principal para alcanzar determinados objetivos políticos, frente a lo que realmente es, un instrumento de unión y convivencia.