Extranjeros en nuestra tierra.

12.04.2016 00:33

                Para algunos fanáticos no existen las tres provincias de la Comunidad Valenciana. Solo son un capricho del centralismo que cercena una Cataluña extendida desmesuradamente, hinchada de imperialismo y con el idioma a punta de pistola.

                En este delirio que nada tiene que ver ni con la Historia ni con la voluntad de muchos ciudadanos, los verdaderos valencianos son los que no emplean el castellano como lengua habitual y que comulgan con las ruedas de molino del catalanismo. El mosaico valenciano, con todos sus matices y colores, se reduce a la mediocridad del Tio Canya, en verdad un joven desconocedor del valenciano de su abuelo.

                Las personas de Requena no encajan en esta prisión. Ni hablan el idioma ni comparten los mitos del buen catalán. Solo merecen el destierro en el desierto castellano, donde nunca volverán a disfrutar de la leche y de la miel de Canaán. A golpes de exclusión se hacen las naciones.

                Semejante despropósito niega elementos fundamentales de la realidad.

                Requena y su comarca formó parte de la provincia de Cuenca hasta 1851, cuando se incorporó a la de Valencia por expectativas fiscales que después no se cumplieron. El reino de Valencia, ya extinto en el siglo XIX, nunca se anexionó estas tierras ni las sometió a sus leyes. Se trató del paso de una provincia a otra de España, de una España que había defendido su independencia contra Napoleón y que entonces procuraba organizarse de manera muy distinta a la del Antiguo Régimen de enrevesadas jurisdicciones.

                En 1851 no se discutió la identidad cultural de los requenenses. El castellano era entonces muy español, cosa que parecemos olvidar hoy, y a nadie se le ocurría invalidarlo como idioma de la administración pública. En la provincia de Valencia tuvieron ellos acomodo y su diputación fue presidida por varios requenenses con toda normalidad.

                Los requenenses ya mantenían estrechas relaciones con tierras valencianas desde el siglo XIII. Entre Requena y la ciudad de Valencia no solo se intercambiaron trigo. Los valencianos de distintas comarcas tomaron vecindad aquí y algunas de sus palabras como tarquín o criailla se incorporaron a nuestro castellano.

                En nuestra comarca se produjo un fenómeno histórico y funcional en el siglo XIX muy similar al de otras comarcas de la Valencia central, el del paso de la sedería a la agricultura comercial como motor de crecimiento. Aproximación no significa subordinación, y menos de una tierra cuya prosperidad, cuando la hubo, se debía a sí misma.

                En una Valencia compleja se integró una no menos compleja Requena. Ni Jaime I conquistó la segunda ni hizo depender la segunda del principado de Cataluña. Los intercambios comerciales que vivificaron el puerto seco de Requena y el de mar de Valencia ayudaron a edificar España, la de sus gentes. La heterogeneidad valenciana no es el producto de la invasión borbónica y castellana, violadora de la pureza del paraíso, ni la incorporación de Requena de la pérfida decisión del centralismo contra la catalanidad de Valencia.

                Somos requenenses, valencianos y españoles y no catalans del Sud endins. No queremos ser súbditos de ningún imperi pretencioso. Queremos ser ciudadanos y no extranjeros en nuestra propia tierra, cuyo nombre hasta produce urticaria a los imperialistas dels Països.